Al mar por calles, caminos y huertas (Alicante y l'Alacantí)

​​​​​​​Bañada por el mar, Alicante es el referente de ciudad cosmopolita: abierta, receptora de gentes y acogedora. Es el reflejo de la impronta que el Mar Mediterráneo ha dejado en los municipios costeros, creando las bases del crisol de civilizaciones y culturas que es hoy Alicante.

El sol que brilla en Alicante y que ilumina prácticamente durante todo el año sus cinco playas (El Saladar-Urbanova, El Postiguet, La Albufereta, La Almadraba y Playa San Juan) repartidas en 15 kilómetros de litoral potencia las virtudes y las diferencias de cada una de ellas. Por ello, Urbanova tiene sus dunas. El Postiguet cuenta con el Castillo de Santa Bárbara como centinela. En La Albufereta, en cuyas inmediaciones se ubica el yacimiento romano de Lucentum, se respira el origen de la civilización. La Almadraba es roca y agua cristalina, mientras que la Playa de San Juan es la estampa de la amplitud.

La paz y calma que transmiten estas playas son necesarias para conocer el patrimonio arquitectónico que se esconde en la misma ciudad y para el que hay que tener buen ojo si no lo queremos dejar pasar. Varias rutas lo permiten. La Ruta del Casco Antiguo recorre el Ayuntamiento, el Convento de las Monjas de la Sangre, la Concatedral de San Nicolás, la calle Labradores, el Barrio de Santa Cruz, la Ermita de Santa Cruz y la de San Roque, terminando con las visitas al Museo Aguas de Alicante, a la Basílica de Santa María, al Museo de Arte Contemporáneo (MACA) o al Museo de Bellas Artes (MUBAG). Por su lado, la Ruta de las Viejas Murallas, que comienza en la Explanada, recorre la Rambla, la Plaza Gabriel Miró, Teatro Principal, Mercado Central, Plaza de los Luceros, Diputación de Alicante y finaliza en el Museo de las Hogueras.

Estas dos rutas son sólo dos ejemplos de las que se pueden practicar en Alicante y en las que siempre se descubre algo nuevo: una placa, una frase, una firma, un detalle... Porque Alicante es una ciudad viva, que cambia y que crece, como muestran sus noches de ocio en las que el Casco Antiguo y las zonas náuticas, como el Muelle de Levante, o el espacio de la Volvo Ocean Race, son polos atrayentes de gente con ganas de divertirse.

La arquitectura hídrica de azudes y molinos construidos que aún es posible visitar (El Azud de Fontentes y el pequeño embalse de El Pantanet, en Mutxamel; el Azud de Sant Joan y el Azud de El Campello) permitía canalizar el caudal de este río a las distintas fincas de la Huerta de Alicante hasta que su agua desembocaba en la costa de El Campello, un municipio conocido por su bello paseo marítimo y por su yacimiento visitable de la Illeta de Els Banyets.

Es aquí donde encontramos dos buenos ejemplos de las torres vigía que Felipe II mandó levantar durante el siglo XVI para proteger a la población de los berberiscos. La conocida como la Illeta, impecable, domina la misma Illeta dels Banyets. Más al Norte, en la Lloma de Reixes y aguantando como puede el paso de los siglos, la Torre del Barranc de d'Aigües.

La visita a Tabarca es una excursión obligada para todos los turistas que acuden a la Costa Blanca, ya que este pequeño archipiélago, compuesto además por los islotes La Cantera, La Galera y La Nao, es Reserva Marina y cuenta con un núcleo urbano que es Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural. Por si fuera poco, es la única isla que sigue habitada de la Comunitat Valenciana.

Con esta oferta natural, la isla satisface a todo tipo de turista. Los visitantes se pueden perder en las innumerables calas que bordean la costa de este archipiélago de 1.800 metros de longitud y 400 de altura, al tiempo que se maravillan haciendo snorkel y observando la excelente calidad y biodiversidad de su fauna y flora.

Después de la actividad es posible encontrar algún hueco para la tranquilidad y disfrutar de la oferta gastronómica de los restaurantes en los que los productos del mar, como el calamar de potera, sobresalen por encima de los demás, y en el que se cumple el ritual de degustar un tradicional caldero con todos sus alicientes.

Aunque la excursión suele ser de un día, la tendencia está cambiando, ya que la oferta hotelera, de hostales y de casas que se alquilan ha aumentado tanto en número como en calidad. Y ver la puesta de sol en la isla de Tabarca es uno de los privilegios reservados a los que la visitan para quedarse, al menos una noche.

La oferta turística de la comarca de l'Alacantí incluye también el olor a artesanía, barro y arcilla que nos llega de Agost, villa dedicada desde el siglo XVIII al noble oficio de la cerámica. Xixona, con su Museo del Turrón que nos permite conocer los secretos de este dulce de origen árabe, síntesis magistral de miel, almendras, azúcar y huevo, esconde entre los campos de almendros algún paraje de insospechado. Como el Pou del surdo, en el alto de la Carrasqueta, o  El Salto, donde la cascada de 20 metros del río Torremanzanas rasga el árido paisaje como si de un oasis se tratara.

Este cauce, afluente del Monnegre, conecta con el pueblo del mismo nombre, que toma su nombre de la Casa Alta, una torre almohade restaurada. Yacimientos arqueológicos, pozos de nieve, como el Pou del Rentonar a 1.160 metros de altura, un antiguo sanatorio antituberculosis y multitud de masías hacen de este municipio un magnífico refugio rural.

No se puede olvidar Aigües, con su magnífica pinada y su casco histórico lleno de sabor a pueblo. O Busot, al pie de la mole caliza del Cabeço d'Or (1.210 m.), que encierra en las entrañas de la tierra una joya geológica, las Cuevas de Canelobre, cuya bóveda interior de 100 metros altura la convierten esta maravilla de la naturaleza en una auténtica catedral subterránea.

Por último, San Vicente del Raspeig, un municipio que ha crecido singularmente en los últimos años, conserva un centro histórico con encanto, dispone de excelentes equipamientos culturales y goza de una intensa vida universitaria, merced a la proximidad de uno de los campus más modernos de España. La Universidad de Alicante lleva la firma de arquitectos tan sobresalientes como Álvaro Siza, Javier García-Solera, Dolores Alonso, Alfredo Payá o Antonio Fernández Alba y constituye un ejemplo de paisajismo urbano de visita obligada para los amantes del land Art y el landscape.