Una ruta completísima para descubrir una de las zonas más auténticas de la geografía de la Costa Blanca, en la que la historia monumental y el arte sacro de Orihuela conviven con la belleza de espacios naturales como las lagunas de La Mata y Torrevieja o las dunas de Guardamar del Segura, en un contexto agrícola cuyo testimonio queda recogido en municipios como Rojales o Almoradí.
Dejando atrás las blancas montañas de sal, atravesamos las lagunas que forman parte de las Salinas de Santa Pola y llegamos a Guardamar del Segura, una ciudad que ha sabido mantener una vocación marinera. Las dunas, la huerta, las lagunas y la dehesa cubierta de pinares junto a la desembocadura del rio Segura, son reductos de una naturaleza viva en una costa de gran belleza. Los interesados en el pasado árabe de estas tierras, no pueden dejar de visitar La Rábita, un monasterio musulmán que incluye restos arqueológicos de un conjunto de mezquitas.
La siguiente posta del camino la encontramos en las lagunas de La Mata y Torrevieja, oasis y espejo entre juncos y carrizos, compuesto por unas lagunas saladas, donde familias de flamencos descansan como esculturas rosadas. Este parque natural entre los términos de Torrevieja, Guardamar, Los Montesinos y Rojales, cuenta con un centro de interpretación y un observatorio desde donde contemplar las aves acuáticas sin ser visto.
Torrevieja es famosa sobre todo famosa por sus salinas, cuya explotación se remonta a los primeros siglos de la era cristiana, pero también por su puerto pesquero, al cual acuden numerosas embarcaciones y cuyas capturas son muy apreciadas, especialmente la sardina.
Por si no fuera suficiente , en los años cincuenta se puso en marcha el certamen musical de habaneras, que ha consolidado la imagen internacional de la localidad y ha sido declarado de Interés Turístico Internacional.
Dedicado a la esencia marinera de Torrevieja, el Museo del Mar y de la Sal fue inaugurado en febrero de 1995. Gracias a la aportación de maquetas, objetos, enseres de pesca y viejas fotografías que conservaban las familias de pescadores y salineros, se crearon las distintas salas entre las que destacan la arqueología submarina, la pesca artesanal, la navegación de cabotaje y la actividad salinera. Para ello se recuperó un edificio histórico del siglo XVIII, llamado las Eras de las Sal, que se había destinado durante doscientos años a depositar y embarcar el preciado producto.
Otro de los vértices de esta ruta se encuentra Rojales, población que ha sabido aprovechar su situación privilegiada desde la antigüedad, para poner en valor un paisaje único en el mundo, la huerta. No hay que perderse el Museo de la Huerta, en la antigua hacienda Don Florencio, en la partida de Saavedra, las cuevas del Rodeo ejemplo de arquitectura popular troglodítica o el conjunto hidráulico monumental urbano de la villa, conformado por el gran azud, las boqueras de la acequia, la noria y un extraordinario puente de sillería construido por el rey Carlos III.
La Huerta de la Vega Baja representa un testimonio paisajístico del trabajo del hombre para afronta la necesidad de gestionar el agua y garantizar su aprovechamiento. En el parque del Ladrillar encontramos Los aljibes de Gasparito, construidos para almacenar el agua que dejan las lluvias torrenciales de primavera y otoño. Dos acequias a cielo abierto de más de un kilómetro de longitud cada una rodean las laderas del cerro del Cabezo del Molino hasta confluir en una alberca circular desde donde toman el agua las bocas monumentales de los aljibes subterráneos rectangulares excavados en la montaña, con capacidad de dos millones de litros. Próximo a los aljibes se alza un molino de viento datado en el siglo XIX, recientemente restaurado y que sigue en funcionamiento.
Más allá del valor patrimonial y el interés turístico de esta arquitectura hidráulica y agraria, las rutas que atraviesan esta huerta representan una oportunidad para sumergirse en un paisaje marcado por las técnicas musulmanes, que regulaban no sólo la colonización agraria, sino también las formas de cultivo y la distribución justa y eficaz del agua del río Segura mediante una compleja red de acequias, azarbes y azudes.
Y finalmente llegamos Orihuela, cuna del poeta Miguel Hernández, cuya memoria se evoca a través de la ruta senderista en honor de este poeta universal. Esta ciudad, sede episcopal desde el siglo XVI, cuenta con uno de los patrimonios histórico-arquitectónicos más ricos de la Costa Blanca y acoge unas fiestas de Semana Santa declaradas de Interés Turístico Internacional desde el año 2010. El casco histórico ha sido reconocido como Conjunto Histórico Artístico Monumental y, entre sus monumentos civiles destacan el castillo, ubicado en la cumbre del monte San Miguel, las murallas y una decena de palacios señoriales. Pero lo que verdaderamente singulariza a Orihuela es su patrimonio eclesiástico, en el que se integran joyas arquitectónicas como el colegio diocesano de Santo Domingo, la Santa Iglesia Catedral del Salvador, la iglesia de las santas Justa y Rufina, el santuario de Nuestra Señora de Montserrate o la iglesia de Santiago.