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Pueblos de la Costa Blanca donde se detiene el tiempo

En un momento en el que necesitamos tranquilidad, reposo y dejarnos llevar, los siguientes pueblos de la Costa Blanca invitan a viajar a otros mundos sin necesidad de irse lejos

 

Existen pocos placeres comparables al arte de "callejear" por un nuevo destino y explorar todos esos pequeños detalles: la música que forma la brisa al acariciar un balcón florido, el aroma de un plato típico a través de una ventana o un color azul, ya sea del cielo o el mar, aguardando al final de la calle. 

Sensaciones que puedes experimentar en los siguientes pueblos de la Costa Blanca donde el tiempo parece detenerse y la definición de "perderse" nunca fue tan irresistible.


Turballos (Muro de Alcoy)

A finales de los años 70, el religioso Vicent Micó, un discípulo cristiano de Gandhi, se propuso, junto a unas pocas familias, fundar un reducto pacifista y ecológico en la sierra de Benicadell, no lejos de la localidad de Muro de Alcoy. Nacía así Turballos, un pueblecito de casas empedradas de tan solo 74 habitantes y rodeado de huertos.  El mejor oasis para muchas personas que acuden a refugiarse en sus casas de piedra para realizar talleres de yoga y meditación a lo largo de todo el año.




Polop de la Marina

Envuelto por épicos barrancos como el del Salt y del Canet de Xirles, en la comarca de La Marina Baixa, Polop supone la mejor definición de ese pueblo alicantino con el que soñamos. Diferentes casitas de colores se cobijan en las faldas del gran icono del pueblo, un Castillo de Polop de origen musulmán que supone tan solo el principio de la visita: desde los restos de su muralla medieval hasta iglesias como la de San Pedro Apóstol, pasando por sus calles de cuento y fuentes mágicas sin olvidarnos de delicias gastronómicas como su "arròs amb fesols i naps" (arroz con alubias y nabos).


 


Teulada (Teulada Moraira)

Habitado por diferentes culturas desde tiempos inmemoriales, Teulada fue una alquería andalusí hasta el momento de la Reconquista cristiana. Un crisol de influencias que convierten este pueblecito franqueado por los restos de su antigua muralla y nubes de almendros en uno de los más pintorescos de la comarca de La Marina Alta. El Conjunto Histórico de la Teulada Gótica Amurallada confirma una belleza que podemos admirar en sus fachadas, entre callejuelas costumbristas e iconos como la Iglesia de Santa Caterina, construida por los propios vecinos en el siglo XVI. El mejor tour cultural antes de acercarnos a la zona de Moraira y proseguir este viaje en el tiempo a través de sus playas.

 

 


Sella

Ubicado en el corazón de La Marina Baixa, a tan solo 15 minutos en coche de Finestrat, Sella nació de un antiguo castillo árabe sobre el que hoy yace la famosa ermita de Santa Bárbara. Es la metáfora histórica de un pueblo donde el mayor placer supone perderse entre sus callejones sin abandonar de lejos el Puig Campana; acercarse a la Iglesia de Santa Ana o, incluso, iniciar una ruta de senderismo, como su famosa Ruta del Agua, ideal para descubrir las pozas del cercano río Sella o los contraste del Barranc de l'Arc.

 



El Castell de Guadalest

Frente a su famosa escalera, la experiencia de viajar en el tiempo nos resulta más real que nunca. Envuelto en un paisaje de cítricos y palmeras, El Castell de Guadalest confirma por qué se trata de uno de los pueblos más pintorescos de la Costa Blanca. Declarado Conjunto Histórico-Artístico e incluido en la Asociación de Los pueblos más bonitos de España, Guadalest se empapa de historia musulmana y encanto levantino tallado entre las rocas, descubriendo su famosa torre o las vistas de su embalse, la perfecta definición de paraíso mediterráneo.

 



La Vall de Laguar

Considerado como uno de los epicentros del senderismo en la Costa Blanca, La Vall de Laguar es un municipio en La Marina Alta envuelto por hasta 6.700 escalones esculpidos en la piedra hasta el conocido como "Barranc de l'Infern". Una ruta única tapizada de los cuatro pueblecitos que conforman este valle: Benimaurell, Campell, Fleix (sede del ayuntamiento) y Fontilles. Cuatro oasis salpicados en mitad de un manto verde cuyo único límite lo pone el Mediterráneo, visible desde las alturas.


 


Jávea/Xàbia

Trazado por los caprichos de la historia, el corazón de Xàbia late en forma de calles medievales, formadas de murallas y arcos que envuelven iconos como la Iglesia de Sant Bartolomé o su Mercado de Abastos. Un viaje en el tiempo a enlazar con una ruta por la belleza escénica del Parque Natural del Montgó y playas como La Granadella o, especialmente, el Portixol, un oasis de casitas de pescadores asomadas al mar que supone la quinta esencia del Mediterráneo que vinimos a buscar.

 

 

 

Benissa

En el corazón de La Marina Alta brilla Benissa, un pueblo cargado de gran encanto medieval que supone el mejor viaje por todos los contrastes de la provincia desde tiempos inmemoriales. La calle Puríssima supone el epicentro histórico desde el que explorar la Iglesia de la Puríssima Xiqueta, de estilo neogótico; calas como La Fustera o incluso la posibilidad de iniciar una ruta hasta el Forat de Bernia, socavón en la sierra de Bernia que supone el mejor ojo de buey a una costa pintada de mar, pinos y pueblecitos.


 


Llíber

Ideal para una escapada rural, Llíber es un precioso pueblo enclavado en la Vall de Pop. De origen romano (praedium Liberii, en latín), Lliber se despliega en forma de casitas de colores y edificios de piedra entre los que destacan la Iglesia de San Cosme y San Damián, de estilo neoclásico y construida en el año 1700. Ideal para disfrutar de la gastronomía típica (aquí tomarse una mistela no es una sugerencia, sino casi una religión), Lliber supone el mejor punto de partida para iniciar la ruta de los riuraus de la zona, edificios construidos a finales del siglo XVIII en los que se trabajaba la elaboración de la uva pasa.




 

Perderse por los pueblos de la Costa Blanca supone sucumbir a pequeños mundos llenos de secretos y encanto. De un pedacito de la provincia de Alicante que invita al descubrimiento de cientos de nuevas historias. 


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